Para comprender totalmente a las relaciones humanas debemos ser científicos y artistas a la vez. (...) Como artistas, debemos considerar que cada una de nuestras relaciones es un desafío creativo que nos exige emplear nuestro mayor entusiasmo y afrontar los riesgos más difíciles. Deberemos proceder como científicos y artistas para buscar profunda y analíticamente en nuestro interior (sólo entendemos y conocemos a los demás en la medida en que nos conocemos y entendemos a nosotros mismos).
Al ir madurando, percibimos en forma más profunda los efectos destructivos de la soledad. Anhelamos la recompensa que obtenemos al aproximarnos a los demás. Pero sin un mayor conocimiento, carecemos de las técnicas para aproximarnos con amor. De este modo, continuamos tambaleándonos de una situación dolorosa a otra, de las cuales emergemos con heridas profundas, pocos conocimientos nuevos, más cautos, menos vulnerables y con un mayor temor a confiar nuevamente.
Una vez que hemos amado y perdido, la mayoría nos volvemos suspicaces ante el amor.
La sociedad nos dice que debemos valernos por nosotros mismos. Terminamos por creer que recién llegamos a la madurez total cuando dejamos de depender de los demás. Creemos que la necesidad es inmadurez, y la dependencia, debilidad. Evitamos comprometernos por temor a que estos compromisos destruyan nuestra individualidad y nuestra muy codiciada libertad. Al hacerlo, construimos barreras contra los encuentros auténticos y las uniones profundas, que por otra parte, buscamos desesperadamente.
No podemos confiar en los instintos ni contar con el amor profundo. Debemos tratar de conocernos mejor, de saber cómo es el otro, y cuál es la dinámica necesaria para mantenernos unidos.
En gran medida, podemos conocernos y definirnos como individuos mediante el examen de nuestra red de relaciones.
Aun cuando dos o más individuos se aproximen unos a otros deliberadamente y con amor... el equilibrio y la seguridad se verán sacudidos.
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