jueves, 29 de septiembre de 2011

Break fast

El viejo pone los pies sobre la silla que está a su derecha. Concentrado en la conversación de este desayuno.
Es un tanto Lo encuentro algo parecido a otro señor que conozco, su forma me hace acordar a el.
Pero ahora que lo veo mejor...no.

Vuelve a sentarse mirando a su compañera.
Cruza sus brazos y me mira sin detener la charla. Habrá notado que estoy hace una hora sentada escribiendo frente a él y ahora esporádicamente lo miro.
De su compañera solo llego a ver la parte izquierda de su cuerpo. A penas algunos movimientos con su mano y si cruza sus piernas o mueve su pie.
El entró con su diario recién comprado, y al encontrarse con ella, lo dejó sobre la mesa apoyando su lentes sobre el.
Le es muy cómoda esa posición con la espalda apoyada contra el vidrio de la ventana que da a la calle. Así probablemente no se sienta tan observado. Hasta ahora que notó que sigo mirándolo cada tanto y ya es la segunda vez que nuestras miradas se cruzan.
Juntó sus manos y se puso los lentes. Ya no habla, solo mira hacia el interior de la cafetería. Yo lo observo como si fuese el modelo para un retrato; bajo la mirada hacia mi cuaderno y me ve escribir varios renglones sin detenerme.

Realmente su pose me llama la atención. Hasta me provoca ternura. Se asemeja a un niño con las piernas dobladas, los pies apoyados sobre la silla contigua, buscando la comodidad, sin preocuparse.
Volvió a sacarse los lentes y a dejarlos en su posición anterior.
Ahora desde acá veo como su compañera los toma y juega con ellos, mientras le habla.
El gira para ponerse de frente hacia ella, a decirle algo con énfasis. Pero en ningún momento apoya sus pies en el piso.

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