viernes, 28 de enero de 2011

El alma y el cuerpo

(...)
¿Pero un acontecimiento no es tanto más significativo y privilegiado cuantas más casualidades sean necesarias para producirlo?
No es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento.

En aquel momento supo que aquel hombre desconocido le estaba predestinado. La llamó, la invitó a que se sentase junto a él. (Los marinos de su alma salieron corriendo a la cubierta del cuerpo).

Esta composición simétrica puede parecer muy "novelada". Porque es precisamente así como se componen las vidas humanas.
 Se componen como una pieza de música. El hombre llevado por su sentido de la belleza, convierte un acontecimiento casual en un motivo que pasa ya a formar parte de la composición de su vida. Regresa a él, lo repite, lo varía, lo desarrolla como el compositor el tema de su sonata.

Por eso no es posible echarle en cara a la novela que esté fascinada por los secretos encuentros de las casualidades (...) pero es posible echarle en cara al hombre el estar ciego en su vida cotidiana con respecto a tales casualidades y dejar así que su vida pierda la dimensión de la belleza.

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